La fábrica de pasta de papel que Ence tiene en Lourizán, entre las ciudades de Pontevedra y Marín, no es trasladable. Porque no es aprovechable. Cuando se habla de trasladar esa factoría, lo correcto sería decir: "cierre y derribo". Y sería ventajoso para la economía gallega construir una nueva fábrica en otro lugar. Porque "trasladar" significa, según el diccionario de la Lengua Española, "llevar o mudar a una persona o cosa de un lugar a otro". Y de lo que hay en la industria de Lourizán nada sirve para el futuro, porque la tecnología no dejó de avanzar. ¿Acaso los digestores actuales pueden formar parte de una fábrica nueva? La madera astillada, mediante el empleo de sosa y sulfuro sódico, se somete a cocción en los digestores para separar la lignina de las fibras de celulosa. Los digestores de Lourizán han trabajado a destajo para incrementar la producción de la planta. No olvidemos que la fábrica de Lourizán comenzó a funcionar en 1963 como Empresa Nacional de Celulosas de Pontevedra, con una capacidad inicial de 40.000 toneladas de pasta cruda de pino, y después de 1968, año en que nace Ence por fusión de las empresas nacionales de celulosa de Pontevedra, Huelva y Motril, amplia su capacidad de producción hasta 120.000 toneladas pero ya de pasta de eucalipto blanco. En 2001 alcanzó una producción de 314.542 toneladas exclusivamente de pasta TCF (totalmente libre de cloro). El blanqueo con oxígeno y agua oxigenada o peróxido de hidrógeno, ya sin compuestos de cloro, se estableció en 1991, llegando a producir dos años después alrededor del 50% del total de pasta TCF de eucalipto fabricada en el mundo. En 1994 salieron de Lourizán 195.155 toneladas de pasta TCF. En el informe Greenpeace (febrero 2006) sobre El futuro de la producción de celulosa y las técnicas de producción más favorables para el medio ambiente, está escrito que "con los sistemas TCF las dioxinas se eliminan, se disminuyen los tóxicos liberados al aire y a los cursos de agua, se requiere menos agua en el proceso, y esa agua puede ser reutilizada muchas veces (un paso esencial hacia el desarrollo de sistemas de circuito cerrado). Los efluentes ncesitan menos tratamiento y el uso de energía es mucho menor. Todas estas ventajas incrementan los beneficios económicos. Los procesos libres de cloro también hacen más seguros a los puestos de trabajo. En los países escandinavos se utiliza el sistema TCF en un 27% de la producción, Estados Unidos y Canadá están muy lejos con un 1%". A nivel mundial, según Greenpeace, sólo el 5% de la fabricación de pulpa es TCF, el 25% con gas cloro y el 70% se blanquea con dióxido de cloro (ECF, libre de cloro elemental). La pasta TCF o ecológica de Pontevedra va a clientes extranjeros de los subsectores de impresión y escritura (54%), sanitarios (23) y el resto a especiales (decor, fotográfico, autocopiativo, etc).
Ence para aumentar la producción tuvo que intensificar la cocción en los digestores, pero este aumento de los rendimientos también ocasiona fugas de gases malolientes que son una de las causas de la molestia más criticada de la factoría: el olor a huevos podridos, y que le valió apodos como "fedorenta", "cheirenta" o "peideira". De otra parte, si la nueva fábrica pudiera aprovechar instalaciones de la vieja planta, como la caldera de recuperación o el secapastas o los digestores, tendría que suspender su producción en Lourizán un tiempo, tal vez medio año, hasta poner en funcionamiento la nueva factoría. Y, por tanto, dejar de producir, lo que supone reducir beneficios.
El despropósito de no producir papel
Lo lógico es que la nueva planta industrial no tenga que trasladar más que el personal, papeles de oficina y documentación de la empresa. Todo lo demás debiera convertirse en chatarra y escombros. Las autoridades gallegas no están el asunto Ence con seriedad, porque Galicia tiene madera, y más obtendría con una explotación sostenible de los recursos forestales, como para dos plantas químicas de pasta y papel y una de pasta mecánicapara papel prensa. Esas y otras fábricas son necesarias para que Galicia abandone el vagón de cola. Y lo que hay que exigir es una producción limpia hasta donde permiten los últimos avances tecnológicos. Además cambiar de sitio la factoría de Lourizán para seguir produciendo más pasta y sólo pasta en la nueva ubicación sería un despropósito garrafal. Los intereses generales de Galicia reclaman que sus recursos naturales beneficien de principio a fin a la economía gallega. Es hora de cortar con la industria básica que lleva fuera la transformación de sus productos, lo cual es expulsar valor añadido y empleo de donde más se necesita para romper con el subdesarrollo. Galicia tiene que recuperar el poderío papelero de siglos atrás, cuando la materia prima para elaborar papeles de escritura e impresión eran los trapos. Por ejemplo, en el siglo XIX, la fábrica de Castro, en Lousame, propiedad del autor del mapa de Galicia, Domingo Fontán, suministraba papel a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. No se debe tolerar que lo que se está diciendo sobre la nueva fábrica ni hable ya del papel tisú. Que no se mencione la integración de la nueva planta supone condenar a Galicia a realizar unicamente la primera transformación de la cadena industrial de la madera, la más impura, dejando marchar productos para que en otras zonas obtengan el gran beneficio de la segunda y tercera transformación. Para que la pasta papelera produzca más pasta (dinero) en Galicia hay que transformarla en papel y se puede continuar con los manipulados: sobres, folios, etiquetas, blocs, libretas...
Una fábrica de pasta y papel que se instale hoy no debe permitírsele que prescinda de los más recientes avances tecnológicos que se dan en el sector, porque hay países, como los escandinavos, que investigan para reducir la contaminación y vender esas tecnologías. Un ejemplo está en las calderas de recuperación que evitan el producto de los productos químicos utilizados en los digestores para romper la lignina, que es como una cola que usa la naturaleza para ligar las fibras de madera. Esta caldera tan pronto se instaló en Pontevedra, desaparecieron las cortezas de pino que tanto afearon las playas de la ría, ya que se quemaron para descontaminar y obtener energía.