Según la edición de El País para Galicia, el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, aseguró que el Partido dos Socialistas de Galicia (PSdeG) es la única formación comprometida con los tres procesos estatutarios gallegos. Touriño explicó que "en 1936 el partido socialista estaba en la defensa del Estatuto y no la derecha; en 1981 el partido socialista estuvo tembién y el que no estaba era el nacionalismo; y en 2007 el Partido Socialista hizo una propuesta que Quintana asumió y Feijoo negó" haciendo imposible la reforma. El País pone en boca de Touriño que la posición defendida por el PSOE en los tres procesos estatutarios demuestran que es "la única fuerza política que puede hablar en voz alta de su propia historia. No sé si es autobombo, falta de humildad o lo que quieran: es la verdad histórica". A partir de ahí -sigue la información de El País- son el PP y el BNG los que "tendrán que explicar por qué no estuvieron en 1936 y en 1981".
En 1936 no existían ni el PP ni el BNG. De aquella, el PSOE, con 57 años, todavía estaba lejos de los 100 años de honradez, que, sin embargo, la práctica política desde el poder que ostentó entre 1982 y 1996 no llegó a ratificar. Pero del tema que sacó a colación Touriño hay un testimonio irrefutable. Es de Castelao. Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. Está escrito en "Sempre en Galiza", considerada la biblia del galleguismo, cuya primera edición apareció en Buenos Aires en 1944, todavía en vida del autor. En 1971 también en la capital argentina salió de la imprenta la primera versión castellana, cuando el original texto en gallego iba por la tercera edición. Sobre la posición que adopta Touriño acerca de los procesos autonómicos, he aquí lo que escribió Castelao, tal como se recoge en las páginas 140-144 de "Siempre en Galicia" (versión castellana):
"El Estatuto gallego tomó estado parlamentario en la memorable sesión de Cortes celebrada el día 1º de febrero de 1938 en Montserrat, ante el asombro de los asistentes (Montero Ríos me había aconsejado que no dijera nada a nadie). Este hecho transcendente le daba a Galicia una posición semejante a la de Cataluña y Euzcadi, aunque el territorio gallego estuviese sometido, como ya estaba, en aquel momento, el territorio vasco.
"Las Cortes de la República no podían ya seguir ignorando la voluntad autonomista de Galicia, manifestada en un proyecto que debía pasar a examen de la Comisión de Estatutos... Y he ahí el caso anómalo: esa Comisión no existía. Había sido abolida arbitrariamente por ciertos estafermos de la República.
"Es necesario que los buenos gallegos mediten sobre su generosidad cuando se sientan atraídos por las ideas de fusión española, que tengo razón para emitir este consejo, pues es fácil no olvidar el ultraje que nos infirieron y sumarlo a los que en el transcurso de los siglos llevamos sufridos.
"El Presidente de las Cortes invitó a todos los grupos parlamentarios a que designaran representantes en la Comisión de Estatutos, que debía formarse para examinar el proyecto que Galicia había presentado, y, asimismo, redactar el correspondiente dictamen. Pues bien; todos los Grupos de la Cámara nombraron sus representantes, menos uno: el del Partido más fuerte y más gubernamental. Este Grupo se negó a cumplimentar la invitación del Presidente, inventando de ese modo, una nueva forma de obstrucción, desconocida en las prácticas anteriores del Parlamento español, que los más ardidos oposicionistas de cualquier situación nunca se atrevieron a utilizar. La maniobra última descubre a los autores de maniobras anteriores y pone de manifiesto la inquina que ciertos gobernantes de la República sentían y sienten por Galicia; pero no olvidaremos la lección, aunque algunos gallegos carecen de dignidad para sentirla.
"No necesitamos al Grupo que tomó semejante ofensiva contra nosotros. Basta que transcribamos un manifiesto que salió en todos los diarios de Barcelona en día 23 de febrero de 1938. Ahí va, sin omitir ninguna palabra y sin desfigurarlo con traducción al gallego:
"Los socialistas gallegos ante el proyecto de Estatuto".
"Planteada ante el Parlamento de la República la cuestión del Estatuto de Galicia y dada la campaña que alrededor de esta cuestión viene desarrollándose, los socialistas gallegos refugiados en la zona leal, acordaron adoptar la actitud que se expresa en la siguiente nota."
"La Agrupación Socialista de Refugiados Gallegos, atenta a los problemas espirituales de la región galaica, a la que debe sus más hondas preocupaciones, proclama el derecho de la misma al reconocimiento de su personalidad jurídica e histórica, derecho que dimana de la realidad, que halla sus más lisonjeras posibilidades en la Constitución de la República y obtiene su consagración en los hechos a través de la tramitación oficial del Estatuto. Registra con satisfacción cómo el reconocimiento de este derecho está implícito en la conducta de todos los partidos del Frente Popular y explícito en el manifiesto que el Comité de Enlace de los Partidos Socialista y Comunista dirige a las organizaciones y militantes de ambos partidos en 17 de agosto de 1937".
"Por todo ello espera que cuando la guerra con sus múltiples y delicadísimas cuestiones de los frentes y de la retaguardia permita plantear el problema de la autonomía en un ambiente de serenidad; cuando el conocimiento suficiente del estado real de nuestra tierra pueda servir de base para la obligada revisión del proyecto del Estatuto; cuando la marcha de las operaciones militares consienta hacer cálculos lógicos respecto a la pronta aplicación práctica de los preceptos estatutarios, todos los gallegos nos sentiremos animados por el mismo afán y el mismo entusiasmo para establecer en nuestra querida región el régimen apropiado a su situación, a su capacidad política y a sus anhelos legítimos".
"Mientras llega, pues, el momento oportuno de aplicarnos a la tarea de reconstruir una Galicia libre sobre las bases espirituales y vitales de caracter auténticamente gallego que sobrevivan a la terrible tragedia que hoy azota nuestra tierra, mantenemos vivo el derecho que nadie discute ni niega sin incurrir en excesos y precipitaciones contraproducentes de los que tal vez llegará un día en que nos fuera exigida responsabilidad".
"Los socialistas gallegos, en estos momentos decisivos para las instituciones republicanas, pensamos que el problema principal a que debemos entregar todo nuestro fervor es a ayudar al Gobierno de la República a ganar la guerra".
Esta "Agrupación socialista de Refugiados gallegos" era una entidad -no sé si autorizada o simplemente tolerada por el Partido-, con Manuel Cordero a la cabeza y compuesta de Diputados, Subsecretarios, Directores generales y otros importantes elementos de la burocracia y de la política. La nota, pues, está redactada por hombres bien responsables y en aquel entonces bien vinculados con el jefe del Gobierno. Bien se ve que los socialistas gallegos se encontraron entre dos deberes incompatibles, y para matar sus escrúpulos inventaron un fantasma y se pusieron a discutir con él. A mi me produjo alegría lo que maniestaban en favor de las reivindicaciones gallegas; pero esto no se compagina con la disculpa de hechos intolerables, tales como suprimir la Comisión de Estatutos, ignorar maliciosamente la presentación de nuestro Estatuto y tratar de extraviarlo, coaccionando al Presidente de las Cortes para que el Estatuto gallego no fuese leído en la sesión de Montserrat, y, por fin, impidiendo la constitución del órgano parlamentario que había de examinar el proyecto y redactar el dictamen correspondiente. No es válido decir que nosotros planteábamos un problema político, ajeno a las preocupaciones del Gobierno, cuando, en verdad, eran ellos mismos los que malgastaban el tiempo con maquiavelismos políticos que nada tenían que ver con la guerra. Está bien claro que nosotros sólo queríamos mantener vivo el derecho indiscutible de Galicia, burlado por maquinaciones de tipo caciquil y abusivo; pero, además, es ridículo creer que la lectura del Estatuto en las Cortes y la preparación de un dictamen de Comisión parlamentaria, fuese a debilitar el heroismo del Ejército de la República o a perturbar los trabajos del Gobierno para ganar la guerra. Estoy bien seguro de que en este momento los socialistas gallegos -nuestros hermanos en el dolor del destierro- se sentirán más unidos que nunca a la Tierra que todos qusiéramos ver redimida, y ya no creerán -después del desastre- que yo incurrí en "excesos y precipitaciones contraproducentes"... Gracias a tal exceso y precipitación ya no se puede ignorar que Galicia presentó a las Cortes de la República su Estatuto autonómico, y, por lo menos, la Historia recogerá este hecho.
"Aún me dura lo que ví y oí en la sesión de Monserrat. Algunos diputados, que habían votado el Estatuto catalán en las Cortes Constituyentes y el vasco en la sesión de 1º de octubre de 1936, reventaban de cólera cuando se leyó el nuestro. En las caras del Gobierno -menos los ministros de Cataluña y Euzcadi- se estereotipaba el mal humor. Un sonado parlamentario salió de la sesión con las manos en la cabeza, gritando a todo gritar: "¡¡Otro Estatuto!!, ¡¡Otro Estatuto!!..." Cierto diputadito gallego se disculpaba en rueda de compañeros, jurando que él no tenía culpa... El viejo don Manuel Portela Valladares pasó a mi lado, me miró con malicia y me dijo con cariño: "¿Le salió bien la jugada, eh?" Yo le respondí con cara de risa: "No fui yo; fue Montero Ríos". Allí nadie sabía la verdad más que Emilio González López. Nadie supo adivinarla más que Portela Valladares.
"Cuando volvíamos de Montserrat yo me sentía más entristecido que nunca. Pensaba en Bóveda y en los mártires galleguistas. Me dolía la incomprensión de los políticos de la República. Llegué a desconfiar del mismo pueblo español, porque se palpaba la incapacidad de todos y la inquina que todos sentían por Galicia. Allí no se entrevía ninguna posibilidad de regeneración, y el porvenir se empañaba de miseria espiritual. Yo no encontraba un solo Hombre, entre tantos hombres, capaz de crear una nueva España. No tenía más que una luz; la que encendían los hombres que sabían dar la vida por la causa. Yo solamente esperaba que los héroes victoriosos vinieran un día a pedirnos cuentas. Y no vinieron..."
Y en cuanto al Estatuto de 1981 y su "aldraxe", escribió Celso Montero Rodríguez que "puñalada tan trapera se intentó vendérnosla a los socialistas gallegos diciéndonos (eso si, siempre con la boca pequeña) que era un texto conocido por Alfonso Guerra y acordado con él".