En las sociedades anónimas o en las sociedades de responsabilidad limitada mandan los titulares del capital social. No son órgano social ni los fundadores, ni los promotores, ni el poder público, ni los clientes, ni los trabajadores, ni los ex. La voluntad de los socios expresada en la Asamblea General es vinculante para la sociedad. En los Estatutos de las sociedades, que se depositan en el Registro Mercantil, está reglamentado como se desarrolla el elemento volitivo. El funcionamiento de la sociedad sigue las decisiones de la mayoría de los socios. Quien ostente la mayoría del capital social manda. Por ejemplo, si los socios de una empresa que reúnan el 51 o el 63% del capital social emiten una misma voluntad es la que impera en la administración de la sociedad. Estas cosas están en las leyes de sociedades de responsabilidad limitada y de sociedades anónimas. Según el diccionario de la Academia, sociedad de responsabilidad limitada es "la formada por reducido número de socios con derechos en proporción a las aportaciones de capital y en que solo se responde de las deudas por la cuantía del capital social".
Los productos diseñados por socios o colaboradores para una sociedad pasan por la ventanilla de la propiedad intelectual.
Creo que no hace falta decir el nombre de la sociedad que motiva estas líneas para pedir un poco de reflexión. "Sentidiño", que decía el otro cuando estaba en apuros. Hace ya algún tiempo que quería instar al diálogo entre personas civilizadas.Pero ahora ya es urgente, sobre todo desde que salieron a la palestra los "abajo firmantes", como en los viejos tiempos, a meterse en camisas de once varas. Mejor callados que mezclar churras con merinas.
Las discrepancias en el seno de las sociedades mercantiles deben dirimirse con el diálogo entre los socios. Y si no es posible el diálogo, quedan los tribunales de justicia. Es una cuestión de derecho mercantil. Y hay que partir de que la opinión de la otra parte también es legítima y merece ser escuchada. Y mientras no se llegue al final, mejor no juzgar lo que se desconoce porque se perjudica a la empresa, a los trabajadores, a los gallegos y hasta al sursum corda. Ya han conseguido que la otra parte rompiera el silencio.
Lo que debiera hacerse en estos casos es promover el diálogo positivo entre las partes, la mediación. No es cosa de "abajo firmantes". Es cuestión de buscar un mediador con conocimientos del derecho o con sentido común, un "hombre bueno" como se decía antaño. Más vale prevenir que lamentar.