Otros cinco marineros gallegos (¿acaso es posible rescatar a los cuatro desaparecidos?) que sumar a la relación de los que perdieron la vida en el mar. El mejor pesquero corre un riesgo importante cuando echa las redes en un mar con vientos de100 kms por hora con olas de 9-10 metros. Muchas veces regresan a puerto, pero otras se quedan en el inmenso cementerio del fondo del mar. Ya dice el refrán "cantaro que mucho va la fuente, alguna vez se rompe". Hay pocos marineros en el planeta que se presten a trabajar con furiosa adversidad climatológica. Pero los gallegos lo hacen con frecuencia. En todos los mares del mundo. En el mar de Irlanda, en los bancos de Terranova, en aguas de Africa, en la plataforma gallega... Su conocimiento del mar, su coraje, su profesionalidad, su valor... retan el riesgo. Además confían en que su patrona, la Virgen del Carmen, les eche una mano. Mientras marineros de otras latitudes a la mínima adversidad regresan o no salen de puerto, los gallegos hasta trabajan los fines de semana con mal tiempo. Es frecuente en el Gran Sol.
En 1991 los naufragios se llevaron a 94 marineros gallegos. Después fueron 24 personas por ejercicio hasta que en 2005 los muertos se quedaron en 14 para cerrar 2006 con sólo 7. Casi 500 marineros han fallecido en naufragios en los últimos 18 años. El dato movió a la consellería de Pesca a encargar un estudio sobre tan triste balance a una aseguradora. Y acto seguido los departamentos de Pesca y Trabajo firmaron en Burela un protocolo de colaboración para prevenir estos siniestros laborales. El Plan de Prevención de Riesgos Laborales parece que no es suficiente para poner remedio a esta vieja tragedia. Doce muertos en quince días obliga a no mirar hacia otro lado.
En la vieja lonja de Marín estaba escrito que "el que recoge en el mar de las olas no siembra jamás" (no sé si trasladaron la frase al nuevo edificio). Los cinco marineros que perdieron la vida a 20 millas de la costa coruñesa cuando los partes advertían de un "riesgo importante" por el estado de la mar puede ser una siembra, una trágica siembra. No tiene sentido jugarse la vida para capturar unas pescadillas o unos jureles o unos rapes, que podían ser cosecha cuando la furia del viento se calmase.
Si arrecia el viento, llueve a cántaros y la niebla resta visibilidad, los aeropuertos cierran. No sale ni entra una aeronave. ¿Por qué la adversidad meterológica no cierra los puertos pesqueros? Cuando un país con 1.195 kilómetros de costa (820 de acantilados) cuenta 122 puertos que realizan acitividades pesqueras, ¿deportivas? y comerciales y 65 lonjas (1,8 puertos por lonja) es difícil que pueda contar con una organización, tipo protección civil, que no permita abandonar el muelle en los momentos de mar enfurecido. Son 20 los puertos con actividades deportivas, a los que pronto se sumará el de Combarro. A todos estos hay que sumar los seis puertos de interés general, que debían ser siete dándole autonomía al lucense de San Cibrao que incomprensiblemente administra la Autoridad Portuaria de Ferrol.
En las 65 lonjas se desembarcaron el pasado año 172.354 toneladas de las 193 especies que captura la flota gallega, con un valor en primera venta que supera los 463 millones de euros. La lonja de Vigo descargó 34.150 toneladas por valor de 102 millones, seguida de la de Coruña con 25.742 toneladas y cerca de 90 millones, Burela con 20.567 toneladas y casi 52 millones, Celeiro con más de 20.000 toneladas y cerca de 48 millones y la lonja de Ribeira con 30.530 toneladas con un valor en primera venta próximo a los 37 millones. Con menos de un millón de euros se cuentan 38 lonjas.
Todos los puertos pesqueros gallegos dependen de la consellería de Política Territorial, a través de la entidad Portos de Galicia. Por cierto, el estudio de arquitectura sevillano Morales de Giles Arquitectos S.L., se adjudicó el concurso de ideas para construir la sede de Portos de Galicia con un presupuesto que ronda los 6,5 millones de euros, que son 1.081 millones de las antiguas pesetas. ¡Caray! Lo prioritario, la organización de los puertos en beneficio de la economía productiva y la seguridad, se relega.
La mayoría de los puertos autonómicos gallegos con vocación pesquera están obsoletos, no prestan los debidos servicios. Si 38 puertos con lonja no llegan al año al millón de euros en primera venta, la verdad es que apenas pueden hacer otra cosa que enseñar gaviotas. ¿Se ha estudiado el volumen de ventas necesario para que el puerto preste los servicios que deben proteger a la actividad pesquera? Casi todos los puertos pesqueros no hacen nada por la comercialización de los productos de la pesca, donde meten las narices las Cofradías de Pescadores, entes que hasta López Veiga tiempo atrás consideraba que sobraban. Con menos puertos y mejor dotados, se podría afrontar de una vez la conservacion y etiquetado del pescado como paso previo para una comercialización más justa, que también es necesaria para que el marinero pueda alcanzar un salario digno que le permita quedarse en tierra cuando el temporal arrecia. Pero también sería posible que cada puerto pudiese contar con una autoridad que cuando los partes metereológicos avisen de un riesgo importante no permita a los barcos salir a faenar hasta que se aleje el temporal. En verano, las playas tienen vigilantes que no permiten el baño cuando las olas crean riesgo. En los puertos cada barco entra y sale como Perico por su casa. Los armadores tampoco están en su papel cuando ordenan soltar amarras en noche de perros. En lo que va de año se registraron tres naufragios por salir a pescar cuando la adversidad climatológica era evidente. El ente Portos de Galicia sigue en el "año de la polka".