Dos puentes: el de Rande y el de Ribadeo están en la vida política de Leopoldo Calvo-Sotelo. Era ministro de Obras Públicas (05/07/1976-05/07/1977), en el segundo gobierno preconstitucional de la Monarquía presidido por Adolfo Suárez. Acudió a Vigo en marzo de 1977 para inaugurar la presa de Eiras, situada en terrenos de Fornelos de Montes, que abastece de agua potable a la gran comarca viguesa. En aquel momento estaba a punto de concluir la construcción del puente de Rande de la Autopista del Atlántico. Calvo-Sotelo aprovecha para visitar las obras del puente. Ante las protestas vecinales contra la autopista, el ministro anunció la paralización las obras en la zona de Vilaboa. El puente se culminó el 1 de diciembre de 1977, pero por aquella suspensión de obras en Vilaboa no se pudo inaugurar el tramo Pontevedra-Vigo hasta el 7 de febrero de 1981, o sea, tres años con una inversión improductiva de unos 25 millones de euros, cuando el dinero era caro. Así la empresa Audasa entró en quiebra y en 1979 se decretó la suspensión temporal de los tramos Fene-Guísamo, Santiago norte-Pontevedra sur y Rande-frontera portuguesa. Pero ni con esas. El Estado adquirió en enero de 1984 todas las acciones representativas del capital social de la concesionaria. La autopista que se proyectó para construir entre 1973 y 1983, se terminó en 2003, con veinte años de retraso, cuando la sociedad era ya una fábrica de cuartos. No obstante, en 2003 la SEPI vendió la Empresa Nacional de Autopistas (Audasa, Aucalsa, Autoestradas de Galicia y el 50% de su participación en Audenasa) a un consorcio liderado por Sacyr Vallehermoso. El Gobierno socialista había incrementado en diez años la concesión y el Gobierno popular, siendo Alvarez Cascos ministro de Fomento, la amplió en 25 años más, con la disculpa de prolongar la autopista de Fene a Ferrol como tramo libre, o todos los usuarios a pagar peaje 25 años más para financiar el acceso a la ciudad ferrolana que debía costear el ministerio de Fomento, como acontece en todas las urbes españolas. En 2007 la intensidad media diaria de la autopista fue de 27.030 vehículos (un crecimiento del 7,9% respecto de 2006), que en el tramo Pontevedra-Vigo ascendió a 46.521. ¡Menudo chollo a costa de los usuarios gallegos! Y por encima, la Xunta abonará cada año hasta 2045 millón y medio de euros para compensar a la concesionaria por la supresión del peaje en Rande, para los vehículos de Morrazo, y en A Barcala. Este asalto sólo lo soportan los gallegos, que dicho sea de paso, tanto los políticos como los ciudadanos son los culpables de que estos abusos estén a la orden del día.
Es muy posible que sin la decisión de Calvo-Sotelo, de paralizar las obras de la autopista en Vilaboa, allá por 1977, la concesionaria no tendría que pasar a manos del Estado. Pero la Administración estatal, con el trato dado a la Audasa nacionalizada, se burló largo y tendido de los gallegos. No obstante, estoy seguro que Leopoldo Calvo-Sotelo jamás admitiría el proceso que siguió la Autopista del Atlántico desde 1984 hasta nuestros días. Y lo que nos espera. También las cosas discurrirían de distinta manera si la autonomía gallega estuviese gobernada como la de Navarra, con el ejemplo de Audenasa
Si la autopista del Atlántico es una obra capital para el desarrollo de la Galicia litoral, el puente de Los Santos, en Ribadeo, también es una palanca para mover el progreso de Asturias, Galicia y Norte de Portugal. Las exportaciones gallegas y portuguesas hacia Europa circulan en gran parte por la N-634, que está en fase de desdoblamiento, aunque el proyecto inicial de convertirla en autovía desde San Sebastián a Santiago de Compostela, se ha modificado para terminar en Baamonde y dificultar la comunicación con el aeropuerto de Lavacolla manteniendo el tramo obsoleto de Castellana al aeropuerto internacional del noroeste. Política mezquina que va contra la competividad de las empresas exportadoras de una amplia área de Galicia y Portugal, con lo que también se perjudica al tráfico pesado que transporta mercancias hacia Europa.
Este puente en la desembocadura del Eo, que ahora está en fase de desdoblamiento para acoger los tránsitos de la Autovía del Cantábrico, salió adelante por decisión de Leopoldo Calvo-Sotelo. Era una vieja aspiración de Ribadeo, de Castropol, de Figueras, de Tapia, de Navia..., pero que no acababa de encajar en los programas de infraestructuras del Gobierno central. Cuando en 1981 accedió a la presidencia del Gobierno, Calvo-Sotelo, que tenía como ministro de Obras Públicas a Luis Ortiz González, hizo contratar la construcción del puente de Los Santos poco antes de dejar La Moncloa a Felipe González, transmisión de poderes que aconteció el 3 de diciembre de 1982. La obra se adjudicó en la primavera de 1983 con un presupuesto de 822 millones de pesetas, pero su coste final por problemas de cimentación fue de 1.141 millones de pesetas. El puente de Los Santos, que toma el nombre por la capilla de San Miguel en el lado de Ribadeo, y la de San Román, en la localidad asturiana de Barres, se inauguró el 27 de julio de 1987, siendo ministro de Obras Públicas del Gobierno socialista Javier Sáenz de Cosculluela. El acto fue organizado por las delegaciones del Gobierno de Galicia y Asturias, que se olvidaron de invitar a Calvo Sotelo que ya se encontraba en su casa de Ribadeo. Pero hete ahí que cuando estaban ultimando los preparativos aparece Calvo Sotelo en un Vespino. Los encargados del protocolo se percataron del lapsus y al instante se disculparon. El ex presidente les dijo que no pasaba nada. Por la tarde, Calvo Sotelo asistió feliz al acto inaugural. Se había hecho realidad una aspiración que comenzó a soñarse en el siglo XIX.
En la visita a Vigo, en marzo de 1977, Calvo-Sotelo manifestó que más que ocuparse de grandes proyectos, que no se podrían descartar cuando fuesen de interés, era partidario de las obras pequeñas. "En Galicia hay que asfaltar las corredoiras", declaró. Y en efecto, con la democracia son contadas las corredoiras que en la caza del voto de diputaciones y ayuntamientos no recibieron un riego asfáltico o pavimento de hormigón. Y sus puntos de luz. Claro que nadie se ocupó de hacerlas más anchas que los caminos de carro y que el asfaltado fuese precedido de la retirada de estorbos que no permiten el cruce de vehículos. No sé si el Guinnes se ocupa de esas cosas, pero Galicia tal vez sea el territorio europeo con más pistas asfaltadas con anchos por los que no caben las ambulancias o los coches de bomberos. Ya hubo disgustos por estas estrecheces en casos de emergencia. En alguna ocasión el incendio se llevó la vivienda o el enfermo hubo que portearlo hasta la ambulancia. Y en esas situaciones, después hubo cesión de unos palmos de tierra para ensanchar la corredoira asfaltada. A ver si se arrumba la caza del voto y se entra en el diálogo para convencer a los propietarios insolidarios que se progresa con la cesión de unas cuartas de terreno para que los anchos de las corredoiras se ajusten a las necesidades de los servicios públicos. El día que las corredoiras dejen de ser una carrera de obstáculos y obstrucciones a la comunicación habrá mejor calidad de vida en el mundo rural.